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marzo 27, 2020
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Fuente/EFE
Roma
El papa
Francisco impartió hoy una histórica bendición "Urbi et Orbi" -a la
ciudad y al mundo- en soledad, desde una plaza de San Pedro del Vaticano
totalmente vacía como consecuencia de la emergencia del coronavirus, que ha
causado en Italia más de 9.000 fallecidos.
En una plaza
desierta, envuelta en silencio y mojada por la lluvia incesante, Jorge
Bergoglio regaló a los fieles católicos del mundo una ceremonia inédita, una
homilía y una bendición posterior que los creyentes católicos tuvieron que
seguir a través de los medios de comunicación.
La Santa
Sede ha ordenado el cierre hasta el 3 de abril de la plaza y la basílica de San
Pedro, como medida de precaución ante la propagación de esta pandemia, que ha
dejado ya al menos cinco casos positivos en el interior del Vaticano.
La bendición
"Urbi et Orbi" se imparte habitualmente en tres ocasiones: cuando el
papa es elegido sucesor de Pedro, el 25 de diciembre por Navidad y en Pascua.
Pero también
se ofrece en ocasiones muy puntuales, como en 1942, cuando Pío XII lo hizo con
motivo de su Jubileo episcopal y del XXV aniversario de las apariciones de
Fátima.
El papa
Francisco ha querido tener ahora un gesto extraordinario, cuando el mundo sufre
la expansión de este virus que se ha cobrado ya la vida de más de 25.000
personas a nivel global.
"Desde
hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han
cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras
vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que
paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo
dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos", ha dicho el papa
al comenzar su homilía.
La de este
viernes ha sido una cita de oración universal, que propuso el propio Jorge
Bergoglio el pasado domingo tras el rezo del Ángelus y que ha tenido otra
característica particular: todos los católicos han tenido la oportunidad de
obtener la indulgencia plenaria, tal y como estableció recientemente Francisco
en el decreto de la Penitenciaría Apostólica.
En este
documento, el papa otorga indulgencias a todos los enfermos con coronavirus, a
sus familiares, a quienes les cuidan y a todo el que reza "para pedir el
cese de esta pandemia, el alivio de los que sufren y la salvación eterna de los
fallecidos".
La ceremonia
sin precedentes en el Vaticano comenzó a las 18.00 hora local (17.00 GMT),
cuando el papa se dirigió en silencio desde las escaleras de la plaza vaticana
hacia el sagrario donde ofreció una homilía.
Después, se
acercó despacio hacia la puerta central de la basílica del Vaticano para rezar
ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani, que habitualmente se guarda en
la Basílica de Santa María la Mayor,
como y
también el Cristo crucificado de la Iglesia de San Marcello, al que el
pontífice rezó el pasado 16 de marzo dejando una fotografía memorable, un paseo
por una Roma vacía, con sus gentes confinadas en sus casas.
Este Cristo
fue llevado en procesión en 1522 por Roma para pedir el fin de la peste que
asolaba la ciudad y desde entonces ha sido llevado en procesión a San Pedro
cada año sagrado, alrededor de cada 50 años.
En la
homilía que ofreció momentos antes en la plaza, Francisco dedicó unas palabras
a los "médicos, enfermeros, encargados de reponer los productos en los
supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad,
voluntarios, sacerdotes, religiosas" y a todos aquellos "que
comprendieron que nadie se salva solo".
De ellos
dijo que son ejemplo de valentía y generosidad porque "ante el miedo, han
reaccionado dando la propia vida".
Son
"personas comunes -corrientemente olvidadas- que no aparecen en portadas
de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show, pero,
sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra
historia", expuso.
También tuvo
un recuerdo especial para los "padres, madres, abuelos y abuelas,
docentes" que enseñan a los niños, "con gestos pequeños y cotidianos,
cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e
impulsando la oración".
E invitó a
toda la humanidad a reflexionar en medio de esta crisis sobre la importancia de
la fraternidad y de la solidaridad, frente al individualismo y el egoísmo.
Opinó que
las personas han avanzado durante años sintiéndose "fuertes y capaces de
todo, codiciosos de ganancias", dormidas "ante guerras e
injusticias", sin escuchar a los pobres y los enfermos, y pensando en que
estaban "siempre sanos en un mundo enfermo".
El pasado 25
de marzo, todos los fieles del mundo fueron convocados por el papa a rezar
juntos un "Padre Nuestro".
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