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domingo, 18 de agosto de 2013

Adiós a Valdez Hilario

tomado del Listin Dirio-César Medina
Con su muerte, a los 94 años, Rafael Adriano Valdez Hilario deja una sola interrogante, probada su honestidad, su valor personal y su amor a la patria… ¿Fue más militar que político o más político que militar? ¿O ambas cosas a la vez? Su muerte, el jueves a primanoche, enviuda uno de los tramos más apasionantes de nuestra historia contemporánea.
Entre l961 y 1980, estuvo en la primera línea de acción en todos los acontecimientos de trascendencia política y militar, desde el complot para matar a Trujillo hasta la “despolitización” de los cuarteles en la transición de 1978.

Implicado injustamente en la trama antitrujillista, Valdez Hilario fue figura destacada en la sublevación cuartelaria que echó del país a los remanentes de la dictadura, estuvo al lado “de los malos” en la Revolución del ’65 pero se reivindicó con “los buenos” 13 años más tarde para encabezar la transformación cuartelaria que despachó para su casa bandeja en mano a la cúpula militar que sustentó a sangre y fuego los 12 años de gobierno balaguerista.
En su longeva vida pública, fue director del Instituto Agrario, embajador en Haití y en Chile, diputado al Congreso Nacional por dos períodos y presidente del Partido Nacional de Veteranos y Civiles, aliado indistintamente a los dos partidos que entonces dominaban el escenario político, el PRD y el PRSC.
Fue firme en sus posiciones militares, políticas y diplomáticas, y cuando en febrero de 1980 el Presidente Antonio Guzmán lo nombró inconsultamente representante dominicano ante la Junta Interamericana con sede en Washington –un adefesio de la OEA donde recalaban los militares latinoamericanos sin oficio–, se negó a aceptar el cargo y pidió su retiro voluntario de las Fuerzas Armadas. Guzmán lo complació poniéndolo fuera de los cuarteles, pero seis meses después lo designó embajador en Haití, y dos años más tarde pasó a Chile con similar categoría.
Torturado en la Cuarenta
Valdez Hilario era mayor del Ejército cuando mataron a Trujillo, el 30 de mayo de 1961. Era asistente y hombre de confianza del entonces ministro de la Guerra, Pupo Román, casado con una sobrina del dictador y considerado una de las figuras militares mejor avenidas al régimen.
Se dice que la noche del ajusticiamiento, cuando Román debió haber entrado en acción ejecutando “la parte política del atentado” –que era un golpe de Estado— ambos militares estuvieron juntos hasta entrada la madrugada.
Por eso el 2 de junio, a tres días del tiranicidio, los servicios de inteligencia apresaron a Valdez casi simultáneamente con Román. A Román lo asesinaron sádicamente.
Dicen que el propio Ramfis Trujillo lo ejecutó tras crueles torturas.
Pero Valdez salvó la vida milagrosamente, aunque no se libró de casi seis semanas de duro encierro y de repetidas torturas en la cárcel de La 40… Hasta el jueves cuando murió negó que tuviera conocimiento del complot para matar a Trujillo.
Entre julio y noviembre de 1961, Valdez Hilario estuvo recluido en su hogar, fuera de los cuarteles y en desgracia con la remanencia trujillista, hasta la sublevación cuartelaria del general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, que se acantonó en la base aérea de San Isidro, y su hermano, el coronel Chaguito Rodríguez Echavarría, tomó la base de Santiago exigiendo la salida inmediata de los Trujillo. En esa circunstancia Valdez Hilario fue reintegrado al cuartel, y ascendido a coronel del Ejército. Jugó un papel estelar en ese volátil y convulso proceso, posición donde lo encontró el profesor Juan Bosch cuando llegó al poder en febrero del 63 después de ganar las elecciones del 20 de diciembre del 62.
Frente al Golpe contra Bosch
No está documentado que el general Valdez Hilario tomara parte en el Golpe de Estado contra el profesor Bosch en 1963, pero siempre se le criticó su indiferencia y apatía frente a un acontecimiento que trastornó la incipiente democracia y varió el curso de nuestra historia.
En cambio, estuvo siempre en la cercanía del principal promotor del Golpe, el entonces coronel Elías Wessin Wessin, jefe del entonces poderoso Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), con sede en San Isidro.
Los militares que promovieron el contragolpe entre los años 63 y 65, encabezados por el coronel Rafael Fernández Domínguez, recelaron siempre de Valdez Hilario, dos promociones mayor, y a ninguno se le ocurrió nunca invitarlo a ninguna reunión conspirativa.
Al estallar la revuelta armada exigiendo el retorno de Bosch al poder, Valdez Hilario se alineó con Wessin y asumió desde el Ejército un rol protagónico cuando llegaron las tropas interventoras de los EEUU. 
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ERA COMO EL “MORIVIVÍ” EN TREN GUBERNAMENTAL 

Valdez Hilario pasó los últimos años del primer gobierno de Balaguer como el “moriviví”. Ascendía a posiciones militares o en la burocracia estatal de la misma forma en que caía en el anonimato. Dicen que Balaguer siempre tuvo informes sobre su participación en el movimiento conspirativo de Wessin, en el 1972, pero eso nunca fue documentado y él, Valdez, siempre lo negó de forma enfática.
No perteneció jamás a la cúpula militar más allegada a Balaguer en esos 12 años, y consecuentemente no estuvo vinculado a las pugnacidades que se suscitaban con frecuencia en el cuartel entre los generales Neit Nivar Seijas y Enrique Pérez y Pérez.
Uno y otro lo vieron siempre con recelo y no confiaron nunca en su lealtad a Balaguer. Entre ellos lo motejaban por su notable torcedura mandibular consecuencia de una parálisis facial tempranera.
… Y entonces llegó Guzmán 
La transición entre el gobierno de Balaguer y el de Guzmán entre mayo y agosto de 1978 fue traumática. Hasta el último día los militares balagueristas se resistían al cambio de gobierno y el movimiento al interior del cuartel se hizo con total hermetismo. No tardó mucho, sin embargo, para que los organismos de seguridad del balaguerismo detectaran que a la cabeza del grupo militar guzmanista estaban Valdez Hilario, los hermanos Alfredo y Mario Imbert McGregor, Páez Piantini y otros ocho o diez oficiales altos y medios, y que sus ramificaciones ya alcanzaban guarniciones o cuarteles de todo el territorio nacional.
A la mesa de Balaguer en Palacio llegaron a llevar el decreto ponien- do a esos oficiales en retiro, pero el asunto se denunció en los medios de comunicación. El propio presidente electo y José Francisco Peña Gómez en una memorable alocución por Tribuna Democrática denunciaron el propósito del régimen moribundo.
En semejante situación, Balaguer dejó la medida sin efecto y el 16 de agosto muy pocos se sorprendieron cuando en su primer decreto Don Antonio designó a Valdez Hilario secretario de Estado de las Fuerzas Armadas; Alfredo Imbert McGregor, jefe de la Fuerza Aérea, y a su hermano Mario jefe del Cuerpo de Ayundantes Militares. Ese día comenzó otra historia en los cuarteles dominicanos.
Guzmán hizo filigrana…
Don Antonio confirmó al general Pérez y Pérez en la jefatura del Ejército y designó a Ramón Emilio Jiménez canciller. A Neit Nivar lo mandó a Washington, a la inservible Junta Interamericana, y comenzó ese día un desmonte inteligente de la estructura militar balaguerista que culminó un año después.
La gente celebró cada uno de esos retiros motejando a Don Antonio como “Mano de Piedra Guzmán”, en alusión al recio pegador panameño Enrique- Mano de Piedra- Durán que para entonces reinaba en el peso Welter del boxeo mundial y cobró fama por su golpe asfixiante a la mandíbula de sus contrarios. Y ahí estuvo siempre Valdez Hilario, en cada acto despidiendo, bandeja en mano, a todos esos come hombres llenos de charreteras, medallas y condecoraciones que les ladeaban los uniformes y los revestían de poder absoluto con licencia para todo… ¡Dije para todo…! Con la muerte de Valdez Hilario, repito, enviuda el tramo más dinámico y dramático de nuestra historia. 
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